>Palabras carentes de sentido<

Cuenta la leyenda que aquellos que asistían a la escuela lo hacían por su ansia de saber y de convertirse en alguien culto. Y bien digo que es leyenda porque en pleno siglo XXI una nota vale más que el mero hecho de aprender.

Y qué cliché es últimamente criticar la educación, pero en medio de bachiller a servidora no le faltan razones de queja.

No sé una mierda de matemáticas. Y no me importa. Porque me da igual la asignatura en sí cuando lo que yo quiero estudiar no se me permite hasta la universidad. Tengo que tragarme cursos enteros de superfluas asignaturas vacías de sentido que no voy a necesitar en mi vida diaria.

Se me obliga a estudiar matemáticas pero no puedo elegir historia, ni literatura. Porque vale más saber manejar un ordenador que saber quién fue el que tuvo la maravillosa idea de la imprenta.

Puede que esto suene a una de las millones de críticas sociales que hago a lo largo del día (me gusta demasiado dar mi opinión), pero realmente me importa porque mi futuro depende de que apruebe una asignatura que ni quiero, ni me gusta, ni necesito; sólo porque a los de arriba les haya gustado la idea de que yo desperdicie horas y horas de mi tiempo dándole a números carentes de sentido, en vez de darle sentido a las palabras.

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